Ligado a las nuevas tecnologías, Ramón Espejo Gómez estudió Ingeniería Industrial entre la Universidad de Sevilla y la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Tarrasa. Ingresó a principios de los años 70 en Telefónica, donde ha desempeñado la mayor parte de su trayectoria profesional pasando por distintos departamentos en Madrid y Sevilla como Operaciones, Informática, Instalaciones, Calidad, Proyectos y Obras. De 1990 a 1995 se desplazó con su familia a Argentina tras la apertura de la filial del grupo en el país sudamericano.
Tras prejubilarse en 1999, comenzó a impartir clases en la Universidad de Sevilla y se dedicó a crear ideas y a abordar diferentes proyectos hasta que en 2017 crea Proysa, una joven empresa familiar especializada en telecomunicaciones, energías renovables y medio ambiente.
Miembro del Comité de Edificación del Instituto de la Ingeniería de España, ha recibido una mención especial en la categoría ‘Proyecto Solidario’ en los Premios Nacionales de la Ingeniería Industrial 2019 por su colaboración con diferentes proyectos humanitarios en Bolivia, Paraguay, Burkina Faso y Mali.
¿Cuándo nace Proysa?
Proysa es una empresa que fundo en diciembre de 2016 junto a mi hija Marta Espejo, que cuenta con formación inmobiliaria especializada, y mi nieta Inés Gómez Espejo, dedicada a temas de administración y contabilidad.
¿Qué le motivó a dar este paso?
El motivo fue, fundamentalmente, el retraso que sufría España respecto a la implantación de energías renovables mientras otros países europeos, como Alemania, ya habían evolucionado y avanzado bastante en este terreno. En este sentido, y con el objetivo de desarrollar plantas de autoconsumo para viviendas y empresas, nos decidimos a dar este paso porque en aquellas fechas existían muy pocas patentes de sistemas de alimentación ininterrumpida que sirvieran para el hogar y el pequeño comercio.

¿Qué servicios ofrece?
Proysa se orienta hacia soluciones humanitarias en la Ingeniería. No obstante, este mismo año hemos creado Proysa Energy, que trabaja temas productivos, como plantas de autoconsumo, ya que al derogarse el impuesto al sol hace un año es posible trabajar en
este ámbito de actividad en viviendas y PYMES, lo que yo buscaba en 2017.
¿Cómo ha sido la evolución?
El año 2017 lo dedicamos a investigación, creando prototipos y realizando diferentes ensayos. Ya en 2018 presentamos la solicitud para la patente de dos modelos de utilidad: uno para SAI (Sistema de Alimentación Ininterrumpida) y otro para viviendas de carácter
industrial elaboradas a través de contenedores marítimos. Ambas patentes fueron otorgadas en febrero de 2019.
¿Con qué valor añadido cuentan estos contenedores?
Estos contenedores se diferencian en que les aportamos sistemas de seguridad para el anclaje y, sobre todo, articulaciones y elementos especializados para los deslizamientos, ya que están destinados a zonas donde hay terremotos. Además, la movilidad es otra característica importante de estos contenedores, ya que son unidades fácilmente transportables.
¿Cómo nace el primer proyecto humanitario que realiza?
Fue hace dos años en el distrito de Ypané de Paraguay con la ONG Cedes/hábitat. En este territorio hay familias en extrema necesidad que necesitan vivir bajo techos firmes y sólidos. De esta forma, desarrollamos una propuesta concreta de un conjunto edificatorio
para dar respuesta a este problema y tuvimos la idea de crear 500 viviendas sociales a partir de contenedores marítimos de, aproximadamente, 36 m2 brutos construidos.
El resultado ha sido un área de viviendas unifamiliares donde también se ha urbanizado el suelo con agua potable mediante paneles fotovoltaicos y se han depurado aguas sucias. Además, se han utilizado elementos de alta eficiencia energética, como lámparas led o cocinas solares. Todo en tiempo récord, ya que una construcción tradicional tarda en realizarse alrededor de 2 años y nosotros creamos estas viviendas a nivel industrial en solo 2 meses.
De 500 viviendas en Paraguay a otro proyecto de 1000 viviendas en Bolivia, ¿verdad?
Sí, en el departamento de Pando de Bolivia hemos colaborado con la ONG The Pangea Network en el desarrollo de un total de mil viviendas con la misma filosofía que empleamos en Paraguay. Se trata de asentamientos rurales muy pobres donde viven familias hacinadas
en el suelo. Además de estas viviendas también elaboramos, siempre a base de contenedores marítimos, una unidad de atención a mujeres maltratadas y de formación para niños huérfanos, así como un hospital materno-infantil.
¿Qué otros proyectos humanitarios se han llevado a cabo?
El último proyecto ha sido en agosto de 2019 para el gobierno de Burkina Faso en su capital Uagadugú. Un país que cuenta con necesidades muy grandes en el ámbito habitacional. En esta ocasión el programa de viviendas tenía que atender a un total de 40.000 familias y decidieron que aportara mi tecnología a través de una vivienda piloto.
¿Existen nuevas iniciativas?
Sí, el año que viene esperamos presentar una unidad móvil sanitaria autosuficiente de detección de enfermedades e infecciones para África para la institución San Juan de Dios. Por otra parte, desde la organización no gubernamental OLA DSCC, que trabaja con
proyectos sociales para ayuntamientos de Sudamérica, también nos han pedido una nueva vivienda socorro.
¿Con qué trabajo adquirió el conocimiento en este campo?
Sobre 2010 creé una unidad productiva en Senegal compuesta por un taller agrícola, una escuela y una zona infantil que contaban con una planta de energía y paneles fotovoltaicos, así como un sistema de recogida de aguas fluviales, una iniciativa pilotada por SM la Reina Doña Sofía y la exvicepresidenta Mª Teresa Fernández de la Vega con la Fundación Mujeres por África.
¿Qué características le aporta el ser ingeniero industrial?
El deseo de investigar y el conocimiento para producir elementos seguros a través de nuevas tecnologías que den soluciones a determinadas situaciones de necesidad.