
La crisis del coronavirus ha puesto a prueba a una empresa de Ingeniería de
Villatuerta (Navarra) que, ante la ausencia y necesidad de equipamientos
sanitarios, ha desarrollado el primer equipo de respiración asistida. Largoiko,
entidad que dirige David Fernández de la Pradilla, se ha servido de la tecnología
y la Ingeniería para confeccionar un mecanismo que ha facilitado la
atención de los pacientes de COVID-19.
Largoiko es una empresa española que, desde su fundación en 1999, se dedica a la automatización de procesos industriales y a la fabricación de maquinaria especial y a medida. Con sede en Villatuerta, Navarra, la organización comprende el proceso completo dentro del desarrollo de un proyecto, es decir, se encarga de su elaboración desde el diseño del prototipo hasta el montaje y la puesta a punto. Para ello, en sus instalaciones cuentan con un equipo multidisciplinar capaz de dar respuesta a las necesidades de los clientes, donde abarcan sectores como el farmacéutico, la alimentación o la automoción.
El director gerente de Largoiko es David Fernández de la Pradilla, que ha sido el artífice, junto a Eduardo López y Pablo Montes, de un innovador respirador ideado para luchar contra la COVID-19. David se tituló como ingeniero industrial en 1993, en la Universidad de Zaragoza, y más tarde continuó su formación hacia la alta dirección en la Universidad Pontificia Comillas. En cuanto a su trayectoria profesional, destaca su dilatada experiencia, ya que ha ejercido cargos de responsabilidad en empresas tan dispares como Ficosa o Lear Corporation. En esta última etapa laboral, ocupando la dirección de Largoiko, ha vivido de cerca la crisis sanitaria provocada a causa de la COVID-19, ya que desde el inicio de la pandemia se puso a trabajar en el desarrollo de un nuevo respirador. “Hubo un momento claro, cuando se empezó a percibir la gravedad de la situación y la posible carencia de dispositivos de este tipo, en el que varios compañeros compartimos la inquietud y solicitamos a operadores sanitarios información sobre los requisitos básicos que debía tener un equipo para poder asistir en situaciones de emergencia”, explica.
Desde ese momento, el equipo agrupado por David Fernández de la Pradilla se puso a trabajar en el primer prototipo, que recibió el beneplácito de los sanitarios, quienes añadieron que era una maquinaria básica, pero que les ofrecía la ayuda precisa que ellos necesitaban. “Nos plantearon cambios y ajustes que, dado que disponemos de la capacidad de diseño y programación, fuimos capaces de implementar de manera rápida”, agrega.
LAS CLAVES DEL RESPIRADOR
“A diferencia de la mayor parte de las iniciativas de respiradores que se desarrollaron durante la crisis, basadas en la automatización del accionamiento de un ambú (dispositivo con forma de
vejiga para proporcionar ventilación), el equipo desarrollado por Largoiko partió de un concepto técnicamente muy diferente, más próximo a lo que estamos habituados en la maquinaria industrial de elevadas prestaciones”. Esto es así ya que la compañía está acostumbrada a trabajar para sectores como el de las energías renovables o la robótica, donde la alta exigencia es la forma habitual de fabricación.
Con este respirador el suministro y el control se producen mediante sistemas neumáticos y electrónicos, ofreciendo una monitorización completa. Para un uso más cómodo y sencillo, permite modificar y controlar por pantalla parámetros críticos de la operación, como frecuencia respiratoria, presión del sistema y porcentajes de aire y oxígeno que recibe el paciente. “El propio operador sanitario puede adecuar los parámetros de funcionamiento en función de las condiciones del paciente, que varían significativamente durante el desarrollo de la enfermedad”, matiza el director gerente de Largoiko.
A fecha de realización de este reportaje, el prototipo de esta máquina de respiración asistida se encuentra en período de homologación, ya que “un dispositivo como el planteado requiere de un proceso muy largo, habitualmente de años, que incluye ensayos clínicos amplios y prolongados”, aclara el gerente, que añade que lo que pretendían era ser una solución “alternativa y fiable”, puesta a disposición de los sanitarios en caso de que hubiese necesidad de disponer de otros medios diferentes a los que se pueden considerar como estándar.

INGENIERÍA ANTE LA COVID-19
Como ingeniero industrial, David Fernández de la Pradilla opina que el sector ha sido muy importante durante el desarrollo de la pandemia, ya que “el papel de los ingenieros en la puesta a disposición de soluciones ha sido crucial, especialmente en el planteamiento de alternativas a los procesos y productos estándar, con plazos que requieren respuestas muy ágiles”. De la misma manera, resalta el enfoque de los ingenieros a la hora de tratar esos procesos, combinando la información fiable con el conocimiento experto del resto de profesionales.
Esto es lo que ha ocurrido durante la crisis de la COVID-19, porque para la elaboración del respirador “fue preciso una interacción amplia y fluida con el sector médico”. En ese sentido, el director gerente de Largoiko señala que los médicos y los ingenieros hablan idiomas diferentes, por eso “es muy importante articular la traducción de manera eficiente”. De hecho, apunta que la propia pandemia puede ser abordada como un proceso, mucho más complejo que cualquier otro, pero cuya solución es abarcable reuniendo a los profesionales necesarios.
Más allá de la crisis sanitaria, Fernández de la Pradilla considera que “del mismo modo que la combinación de las capacidades de médicos e ingenieros aporta soluciones muy potentes, será necesario combinar las visiones de diferentes profesionales para conseguir gestionar la realidad resultante de esta situación de la mejor manera posible”, haciendo referencia a la crisis económica que seguirá a la sanitaria. Por tanto, pone en valor la importancia de los ingenieros en la reactivación no solo del sector industrial, sino del resto de ámbitos, que tendrán que adaptarse a unas circunstancias diferentes a las que estaban acostumbrados.