
La visión drástica de la actual situación en la que se encuentra la economía de España en la Unión Europea y, en general, en el panorama mundial, ha llevado a centrar toda la atención en la más que necesaria salida de la crisis como medida de urgencia inmediata. Como consecuencia, estamos dejando de lado el problema, también más que evidente, del modelo productivo en el que nos encontramos, que está lejos de ser el más deseado por la población.
Vivimos bajo una presión desmedida por querer solucionar una crisis en la que andamos envueltos, sin pararnos a pensar en que la productividad forma parte del proceso de salida.
Desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales se ha elaborado esta Monografía como propuesta para las Administraciones y para el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, con el fin de crear conciencia. Una reflexión que parte de una primera revisión de algunos conceptos que son pieza undamental para labrar un futuro esperanzador. No es cuestión de rapidez por salir de la crisis cuanto antes, sino de indagar en los fallos que estamos cometiendo y, desde la base, construir una solución factible.
LA MANO DE OBRA EN ESPAÑA

Nuestro país cuenta con una economía compleja, moderna y diversificada; un nivel de Ingeniería más que satisfactorio y una mano de obra cualificada, comparables con países cercanos a nuestro entorno. Esto proviene de un esfuerzo reiterado de los profesionales que, a pesar de vivir una tardía incorporación a la Revolución Industrial, fueron sentando las bases con rigor y esfuerzo, y sin apenas obtener reconocimiento por su labor.
Estas minorías fueron creando poco a poco lo que hoy conocemos como la España Industrializada, donde trabajadores de todos los sectores, entre los que se encuentran los ingenieros, fueron trazando un país donde se ubican empresas altamente respetadas en el extranjero, un sistema educativo serio y riguroso o expertos altamente cualificados. España cuenta con una gran capacidad de fabricación y cultura industrial, pero con problemas serios en cuanto a sistema productivo se refiere.
ESPAÑA COMO PAÍS INDUSTRIALIZADO
España, como muchos otros países avanzados actuales, sufrió un proceso de desindustrialización décadas atrás, más concretamente en la primera mitad de los años 80 del siglo XX. Fue una reconversión industrial que ayudó a mejorar algunos sectores, pero que resultó insuficiente bajo el punto de vista cuantitativo. Actualmente el tejido productivo de nuestro país está menos desarrollado en cuanto a tecnología se refiere, en comparación con países con el mismo nivel de renta.
A estos se suma también el hecho de que buena parte de las compañías dentro del sector industrial son multinacionales, cuyas sedes están fuera de nuestras fronteras y, por tanto, las decisiones de inversión tecnológica son externas. Aunque contemos con empresarios de relevancia, son pocos los que tienen ubicación española, y eso crea una señal de insuficiencia en el sector industrial, que a veces no es real, debido a la deslocalización.
Las empresas que sí operan dentro de nuestro país realizan un esfuerzo muy por encima de lo razonable y exigible en ocasiones, teniendo en cuenta sus dimensiones. La participación del sector industrial en el PIB español es de un 15% frente al 20% de la media de la Unión Europea, o el 25% de Alemania. En cambio, nuestra estructura productiva tiene un peso más elevado en la agricultura con respecto otros países europeos; la construcción también es ligeramente superior a la media y el sector servicios predomina en los ámbitos de la hostelería y el comercio.
Y, puesto que son los países con mayor peso de la industria en el PIB los que están solventando la crisis de mejor forma, nos encontramos con un proceso de desindustrialización en España que se está acelerando en los últimos tres años.
EL PAPEL DE ESPAÑA EN EL CONCIERTO ECONÓMICO INTERNACIONAL
Un estudio de PwC reciente muestra cómo la Industria en nuestro país, así como en cualquier otro, es un componente fundamental, un sector que crea más valor añadido por unidad de trabajo.
Además, la Industria es el pilar fundamental de las exportaciones que realizamos, con una tasa de empleabilidad más cualificada que otros ámbitos, debido a un bajo índice de temporalidad y una preparación notoria exigida a sus trabajadores. Otra línea que destaca en el sector de la Industria es el esfuerzo que dedica a I+D que, aunque su inversión no supere el porcentaje del PIB comparable a otros países, bien cierto es que este limitado porcentaje representa un volumen de recursos muy cuantioso en términos absolutos.

Para obtener unos datos más positivos es necesario comparar no solo aquellos indicadores que miden inputs al sistema, como personal investigador o I+D como porcentaje del PIB, sino también los medidores outputs basados en patentes, publicaciones o consultas, entre otros.
En cuestiones de competitividad por países en el mundo, España, según el ranking elaborado dentro del ‘World Competitiveness Yearbook’ de 2016, realizado por el Institute Management Development (IMD), se sitúa en la posición 34 de un total de 61 economías, avanzando tres posiciones en la tabla con respecto al año anterior. Este ranking tiene en cuenta hasta 340 criterios para definir la nación más competitiva, además de evaluar la capacidad de los países en cuanto a creación de infraestructuras que apoyen dicha competitividad empresarial. Realizar una mejora en este aspecto supondría para España un crecimiento adicional del PIB del 2,3%, ganando terreno en un panorama mundial de gran competencia.
CAUSAS EMERGENTES
Con la llegada de la industrialización llegaron las mejoras en las comunicaciones y los transportes, facilitando los procesos de producción y situando en los países más convenientes (a coste más bajo) algunas fases del proceso industrial, como la mano de obra con bajos salarios, y poniendo en práctica dudables regulaciones en cuanto a derechos laborales y medioambientales, entre otras características.
Otra consecuencia de la industrialización fue la liberalización del comercio y, con ella, una competencia internacional que ha hecho que muchos países no puedan rivalizar con las importaciones que provienen de aquellos con bajos costes laborales. Las dimensiones de las empresas, por otro lado, crean un problema de carácter estructural, añadido a un excesivo individualismo por parte del entramado empresarial, dejando atrás la tendencia a la cooperación. Algunos casos de progreso tecnológico se han producido gracias a la existencia de un espíritu asociativo.

Además, a esto se le añade la falta de eficiencia productiva derivada de jornadas prolongadas, que ha provocado una disminución del nivel de esfuerzo del trabajador a lo largo de la semana, demostrando, por tanto, que a más horas no se trabajada más ni mejor. Las graves dificultades para la innovación empresarial son otra pieza clave en la situación actual y esto es debido a la poca iniciativa que el capital riesgo de nuestro país tiene a la hora de invertir en ideas con contenido tecnológico de calidad demostrable.
MEDIDAS DE IMPULSO
Numerosos son los países que muestran cada vez más su preocupación por el proceso de desindustrialización, que se hace más evidente de forma progresiva. Por ello surgen políticas y medidas que pretenden solventar este problema, como la recuperación de la ‘política industrial’, muy criticada por el neoliberalismo por la clara intervención del Estado en la economía. Estados Unidos es uno de los países que, actualmente, está promoviendo esta medida de manera muy activa para intentar salir de la crisis mundial actual.
En España también se han fomentado leyes para intentar mejorar el modelo productivo poco deseable que existe. En este sentido se aprobó una Ley sobre Economía Sostenible en 2011 con el objetivo de “incentivar y acelerar el desarrollo de una economía más competitiva, más innovadora, capaz de renovar los sectores productivos tradicionales y abrirse a las nuevas actividades demandantes de empleos estables y de calidad”.
GRANDES RETOS
Una apuesta nacional firme en innovación, nuevas tecnologías, internacionalización, valor añadido o eficiencia energética son algunas de las propuestas que empiezan a surgir para una mejora del modelo productivo actual.

La puesta en marcha de algunas oportunidades de carácter transversal puede suponer un avance en una economía con unas capacidades productivas más óptimas. A modo de ejemplo, se pueden observar las medidas propuestas por el Círculo de Empresarios en 2016, donde se muestran receptivos al cambio de huso horario y la eliminación de la jornada partida.
Otros retos que surgen vienen de la mano de incentivar el tamaño medio de las empresas españolas o apostar por la logística, gracias a la gran oportunidad geográfica que posee España, abierta al Magreb, al Mediterráneo y al Atlántico; impulsar el emprendimiento a través de medidas de financiación, campañas culturales o programas de microcréditos, entre otros, como objetivo para alcanzar un tejido joven y preparado.
También existe la posibilidad de fomentar transversalidades multisectoriales basadas en la colaboración entre empresas, lo que supondría un empuje en innovación e internacionalización; o el refuerzo de una marca país, asociada a sostenibilidad, calidad de vida y desarrollo tecnológico-industrial. Se tratan de iniciativas dirigidas a apoyar algunos de los esfuerzos que surgen para la transformación del sector industrial. Todas estas propuestas que están emergiendo no tendrán carácter efectivo si no van acompañadas de un cambio de mentalidad empresarial a gran escala.
La transformación del modelo productivo es un tema actual y recurrente en España. Y lo es desde el momento en el que se tomó consciencia de que era necesario un cambio como movimiento clave para avanzar en una salida de la crisis de la manera deseada por todo el entramado de la sociedad española.